¿Cuántas veces nos hemos sentido incapaces de resolver una situación que nos parece difícil o complicada? Es probable que esta sensación te haya desbordado en algún momento de tu vida, por lo que es muy importante aprender a reconocerla, porque puede tratarse de indefensión aprendida.
La indefensión aprendida es una sensación de no poder completar alguna tarea. Aunque es más un estado de ánimo que una patología, las emociones que produce pueden llegar a paralizarnos.
En el libro de la psicóloga clínica Marta Díez Ruiz de los Paños, Indefensión aprendida, encontrarás todo lo que necesitas saber sobre este estado emocional que es tan frecuente y del que probablemente no hemos escuchado suficiente.
La psicóloga Marta Díez Ruiz de los Paños aborda este tema de manera muy sencilla en su libro Indefensión aprendida. Lo primero que deja en claro es que no se trata de ningún tipo de enfermedad, sino que es un conjunto de emociones que afectan a la persona de tal manera que le impiden enfrentarse a situaciones difíciles de manera normal.
Muchas de las sensaciones que experimentamos cuando nos encontramos frente a un entorno complejo o inesperado, pueden generar estados de ansiedad que, según las particularidades del individuo, podrían llegar a convertirse en un problema.
La indefensión aprendida es la imposibilidad del individuo de salir de una situación desfavorable. Cuando esta experiencia es reiterada, aparece la convicción de que, haga lo que haga, no será capaz de evitar la adversidad, por lo que presentará un déficit motivacional, cognitivo y emocional.
Para reconocer la indefensión es imprescindible comprender que todos somos propensos a caer en ella. Incluso personas con buen nivel de autoestima y seguridad en sí mismos, pueden hallarse en indefensión en algún momento de sus vidas.
La indefensión aprendida está muy relacionada con la depresión, puesto que permite explicar su mecanismo. No obstante, es diferente sufrir un proceso depresivo que un estado de este tipo.
Las personas entran en una etapa de indefensión como un mecanismo de defensa frente a una situación que provoca altos niveles de ansiedad. Una solución es dejar de luchar para escapar del sufrimiento. Por este motivo, la reacción de la indefensión aprendida es la pasividad.
Aunque la depresión y la indefensión aprendida son diferentes, esta última puede transformarse en un cuadro depresivo, por lo que es de suma importancia identificarla y abordarla a tiempo.
Los niños suelen ser las principales víctimas del estado de indefensión aprendida y esto es observable en la escuela. La indefensión es una de las principales causas de fracaso escolar.
Entre las asignaturas en las que se entra en indefensión con mayor facilidad se encuentran las matemáticas y el inglés. Sin embargo, con frecuencia ocurre en cursos de música y dibujo. En estas áreas es común que las personas afirmen “no valgo para esto”, solo por no haber tenido éxito en los primeros retos.
Todas las personas estamos expuestas a sufrir este estado emocional en algún contexto. La autora Marta Díez Ruiz de los Paños deja a la vista una serie de ejemplos que nos permiten comprender la magnitud de los casos en los que nos encontramos en un estado de indefensión aprendida y ni siquiera somos conscientes de ello:
Tal vez es el caso más común y al que ya nos hemos referido. Ocurre en los niños en edad escolar, pero también en adultos que intentan aprender algo, como un nuevo idioma o tocar un instrumento musical. Ante el fracaso, aparece la indiferencia y el individuo desiste de intentarlo nuevamente.
Muchos niños sufren en silencio durante años. Suelen estar convencidos de que no pueden defenderse o de que si lo hacen, su situación empeorará.
La indefensión es común en los casos de abuso. Muchas mujeres y niños sufren en silencio, en especial cuando padecen violencia sexual de parte de una persona cercana, con la que existe una relación de poder. El temor de denunciar a un padre, abuelo, tío, sacerdote o maestro, les impide actuar y detener el abuso.
Tanto el hombre como la mujer pueden presentar síntomas de indefensión ante los problemas sexuales. En el caso de los hombres, cumplir con las expectativas propias y de la pareja es esencial. Ante alguna disfunción sexual se vuelven pasivos, guardan silencio y evaden el problema.
En el caso de las mujeres, es común que lleguen a un estado de indefensión ante la dificultad para vivir el placer de un orgasmo, e incluso para llegar a experimentarlo alguna vez. Nuevamente, la tendencia es a guardar silencio y aceptar estas circunstancias como la única posibilidad.
Generalmente es un caso que suele terminar en conductas de indefensión: el maltrato contra la mujer, contra el hombre, de los padres contra los hijos, los jefes contra los empleados, maltrato por temas de racismo, en fin, todos los casos. La indefensión será más común y más difícil de controlar mientras mayor sea el riesgo de perder la vida.
Un ejemplo claro de la indefensión aprendida es la aceptación pasiva de la población a ser dirigida por políticos corruptos con el sentimiento de no poder hacer nada para evitarlo.
Los avances tecnológicos dejan a las personas mayores que nunca han tocado un ordenador en un estado de indefensión aprendida ante cualquier equipo que requiera ser programado.
Como has podido observar, son muchos los escenarios en los que las personas nos encontramos en una situación de negación ante la posibilidad de aprender o hacer frente a una situación problemática. Cuando el inconveniente nos resulta demasiado complejo, es más sencillo tomar distancia y dejar de intentarlo.
Sin embargo, en el libro Indefensión aprendida, de Marta Díez Ruiz de los Paños, descubrirás las herramientas que podemos emplear para identificarla y las estrategias que pueden ayudar a quienes la padecen.
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